13 ago 2011

Cartas desde mi celda

Esta obra se encuentra divida en 9 cartas, estas cartas literarias Desde mi Celda fueron publicadas en El Contemporáneo a lo largo de 1864 desde mayo a octubre. Aparecen recogidas por primera vez en un libro en 1871. Las primeras cartas escritas por Bécquer frente al Moncayo, desde la Celda de Veruela, marcan una época de nuestra literatura, pues en ellas Bécquer trae al arte español una visión más intensa que las anteriores de la Naturaleza.
La primera carta que es publicada en esta obra fue escrita durante el 3 de mayo de 1864; en ella, Bécquer retrata el escenario de toda la serie y también para proporcionar la sensación física de alejamiento.
En sus inicios la carta fue escrita para los periodista de El Contemporáneo para informar a los lectores de la ubicación del lugar desde el cual escribe y pinta lo que será el escenario de toda la serie y también para proporcionar la sensación física de alejamiento, Los medios de locomoción empleados: tren, diligencia y mula. Además describe las diferentes sensaciones que durante el viaje experimenta. Nos describe a sus compañeros de vagón entre los que destacan “un ingles alto y rubio”, un edil aragonés “saludable y rechoncho”. Finalmente describe la ultima etapa del viaje en mula, dejándola ir a su paso lento y uniforme, echo a volar la fantasía por los espacios imaginarios.
El relato surge del fuerte contraste percibido por el poeta entre le Corte, donde acaba de estar, y la vida de “mi escondido valle de Veruela” donde espera recobrar la salud.
Muy interesante resulta en cuadro de costumbres que presenta, por ejemplo: “La decoración había cambiado por completa y nuevas y características de personajes encontramos en la esena.”
En la segunda carta Bécquer, por su parte inicia de una forma muy diferente y se dirige a sus lectores del El Contemporáneo, y Bécquer se pregunta si lo escrito en la aldea sintonizara con la sensibilidad de los lectores un periódico político, como El Contemporáneo.

En esta carta publicada el 12 de mayo, Bécquer tiene problema para “emborronar catorce o quince cuartillos” y encontrara una bella forma de hacerlo prolongando la descripción del monasterio y de su clima espiritual pero sin romper con el mundo madrileño del que acaba de regresar, representado por el periódico y todo lo que le rodea.
También, en ella, como parte de las características románticas apreciamos : “Como la verdad es que yo, prácticamente me acomodo a todas las cosas.”
La tercera carta data del 5 de junio de 1864. En principal elemento romántico en ella es la constante presencia del “YO” esto es mejor conocido como el subjetivismo y esto es el “Yo pienso, yo siento, etc.” Muchos la han clasificado como “la más bella y conmovedora de todas” pues aquí se muestra un Bécquer muy diferente de las otras cartas, ya que, en esta carta el poeta nos transmite todos sus sentimientos, lo que piensa, siente y nos hace vivir muchas cosas que jamás pensamos poder sentirlas por medio de una carta.
El asunto principal se trata de la juventud de nuestro poeta, de lo que siente después de estar en el cementerio, y lo que esto provoco en sus sentimientos acerca de su vida y de muchas otras cosas más.
La cuarta carta fue publicada el 12 de julio del mismo año. Esta, a diferencia de las anteriores se muestra más pensativo, analizando lo que vive la sociedad en aquellos días, de cómo se ha ido modificando y como los gustos y actividades de las personas han ido cambiando a través de el tiempo. A pesar de ello, mantiene tintes únicos que hacen que una obra de Bécquer sea una obra de Bécquer.
Nuestro autor relata como el siente que la sociedad ha ido cambiando y como han ido descuidando todo lo literario y como esto a creado una sociedad diferente que ya no se preocupa por enriquecer su inteligencia. Como se promete en la carta anterior el 26 de junio aparece la quinta carta. Ella está dedicada básicamente a al relato de las actividades que realizan 2 mujeres, este las sigue todo el día y observa muy detenidamente la vida, aunque sea de un momento de estas 2 señoras y en esta 5 carta se dedica a relatar todo lo que pudo observar.
En la carta sexta, Bécquer nos describe desde su celda una excursión en la que le relataron la historia de la Tía Casca, e incluso a su regreso en el Monasterio, un nuevo narrador le promete otra historia que él a su vez nos contará.
La carta séptima ofrece la leyenda del castillo de Trasmoz, en lo alto de una escarpada cumbre, fue construido en una noche por un viejo brujo y nigromante que lo ofreció al Rey a cambio de su alcaldía perpetua. Su construcción tendrá lugar de manera vertiginosa, con presencia y ayuda de los espíritus de las aguas y de los aires a los que el anciano invoca para horadar las rocas y abatir los troncos más corpulentos, y los espíritus de la tierra y del fuego que conocen los tesoros del metal en sus entrañas y circuláis por sus caminos subterráneos con los mares de lava encendida y ardiente, de forma que con el amanecer aparece sobre la peña llamada Ciezma, "un castillo tan alto, tan grande y tan fuerte como no existe ningún otro."
Al fin la narración prometida en la posdata de la sexta carta nos es dada en la presente carta, la octava, aparecida el 17 de julio. El autor hace referencia a la muchacha que acaba de relatarle la leyenda de la fundación del castillo, la cual prosiguió su relato, no sin haber hecho antes un momento de pausa como para calcular el efecto que la primera parte de la historia me había producido y la cantidad de fe con que podía contar en su oyente. Pero ahora como antes, el narrador será el propio poeta, quien verterá con sus propias palabras lo que la criada le contó directamente en las suyas, y no es otra cosa que la historia del santo párroco exorcista Mosén Gil el Limosnero, que consigue ahuyentar de Trasmoz a las brujas que se habían apoderado de su castillo hasta que estas le ganan de nuevo la partida aprovechándose de la coquetería femenina de su sobrina Dorotea.
Finalmente, el libro llega a su ocaso con la última de las nueve cartas, publicada el 6 de octubre del mismo año, 1964. En ella se encuentra una gran clausura de las cartas de una forma muy del estilo de nuestro poeta y creo que este libro no puedo terminar de una mejor forma.

Autor: Gustavo Adolfo Bécquer.