7 ago 2011

JORGE MANRIQUE.


Sin duda alguna, Jorge Manrique es uno de los nombres más insignes de la literatura española medieval. En su breve existencia logró un perfecto equilibrio entre las actividades militares y la contemplación poética. Nacido de Paredes de Nava hacia 1440, perteneció a un noble linaje castellano, el de la familia Manrique. Es el cuarto hijo de don Rodrigo Manrique, conde de Paredes, y de doña Mencía de Figueroa, descendía por su abuela paterna, doña Leonor de Castilla, de la estirpe real de los Trastámara, y por su madre, prima del marqués de Santillana, estaba entroncado con el potentísimo linaje de los Mendoza.


 A lo largo del reinado del último Trastámara, el rey don Enrique IV, se desarrolla su carrera militar a ritmo rápido: Caballero de la Orden de Santiago, Comendador de la villa manchega de Montizón, Trece Santiaguista. Es harto sabido que la figura de su padre se impuso en don Jorge, tanto en vida como después de la muerte, con la fuerza de un modelo ejemplar. Así pues, participó al lado de su padre en los incesantes conflictos que dividieron a la aristocracia castellana en dos bandos.


Si de su padre, don Rodrigo Manrique, recibió la formación caballeresca es probable que de su tío, el poeta Diego Gómez Manrique, recibiera la formación poética.
Tres años escasos sobrevivió don Jorge a su padre, cuya orientación política siguió peleando en favor de doña Isabel. En 1479 murió a consecuencia de las heridas recibidas en el asalto del castillo Garci Muñoz.
Jorge Manrique se había casado hacia 1470 con doña Guiomar de Castañeda, hija del conde de Fuensalida, y de doña María de Silva. De este matrimonio nacieron Luisa y Luis, éste heredó la encomienda de Montizón y el título de Trece de Santiago. No dejó descendencia conocida.



Poesía amorosa de Jorge Manrique: Son 44 composiciones (un 75% del total de versos). No es una lírica original, ya que se inserta en la corriente del amor cortés, siguiendo los tópicos concebidos por los provenzales. Este sentimiento amoroso, con sus sutiles variantes, impregna toda la vida literaria castellana de estos últimos años del siglo XV.
Pero en este siglo la temática amorosa cortesana ya estaba muy repetida y gastada, y ahora ya, Manrique, como otros muchos poetas del XV, simplemente vuelve a emplear los tópicos de ese amor cortés (se reiteran temas, vocabulario, recursos poéticos…). En estos versos Manrique habla de damas y galanes, de los fuegos de los amadores, de siervos, de heridas de amor, de mal de ausencias, dolientes dulzuras, llagas mortales…
Para el poeta cortesano, el amor es el eje de la existencia, alabar a la dama y servirla es su única labor, hasta el punto de que puede convertirse en hereje cegado por ese amor. Manrique acepta la existencia del “muy alto Dios de amor / por quien mi vida se guía”, y en ocasiones desea la muerte como único camino de liberar su dolor y acabar con él.
En esta lírica, por tanto, Manrique no es original, predomina lo ritual y cuesta encontrar su voz propia. Generalmente no se abre a lo personal, por lo que esta poesía cuenta sobre todo con cierto valor histórico y literario en tanto que repiten motivos y actitudes comunes del estilo trovadoresco.

Lírica burlesca: Son tres composiciones. Estamos en el contexto del siglo XV, época de tensiones políticas e inestabilidad que ofrecen un buen terreno para el surgimiento de la burla y de la sátira, aunque en Jorge Manrique nunca llega a ser una sátira feroz sino más bien suave y humorística. 
 Se trata del poema burlesco titulado ‘A una prima suya que le estorbaba unos amores’ (nueve versos que juegan con el doble sentido y el equívoco), el más conocido y jocoso ‘Coplas a una beoda que tenía empeñado un brial en la taberna’ y finalmente ‘Un convite que hizo a su madrastra’, el más extenso y que iba dirigido a la que fue su cuñada y madrastra.

Lírica moral: Aquí se incluyen las cuarenta coplas dobles dedicadas a la muerte de su padre (480 versos) y 24 versos que, según la leyenda, se encontraron bajo la armadura de Manrique en el momento de su muerte. Son las Coplas las que confieren al poeta un puesto privilegiado en las letras castellanas y han oscurecido el resto de su obra.